El proceso evolutivo de las jirafas es interesante y muy peculiar, pues a pesar de que sabemos que como mamíferos atraviesan por un período de gestación y dan a luz como muchos otros animales, ellas mantienen ciertas diferencias que no se repite en otros seres vivos.
A través del “necking” o las batallas realizadas con el cuello, determinan al macho más fuerte, quien es el que tiene más éxito reproductivo. Los machos emiten un fuerte olor corporal y huelen la orina de las hembras para conocer su estado reproductivo. Ellos muestran su disponibilidad con contactos físicos entre sus patas delanteras y las patas traseras de la hembra.
Los machos huelen la orina de las hembras para conocer su estado reproductivo.
No hay un período determinado para la época reproductiva; puede ocurrir en cualquier mes del año. El intervalo entre nacimientos es de casi dos años. Las hembras suelen alejarse del resto de la manada para tener a sus crías. Regresan a la misma zona donde tuvieron partos anteriores y una vez que nace la pequeña jirafa, se quedan con ella al menos una semana para protegerla de depredadores.
La bienvenida de las jirafas al mundo no es de lo más gentil. Tras un período de gestación que oscila entre 425 y 465 días, es decir, aproximadamente 15 meses, los recién nacidos caen hasta dos metros de altura desde la parte trasera de su madre quien permanece de pie, hasta el suelo, pero no sufren daños mayores y en cuestión de máximo 20 minutos se logran poner de pie.
Son muy raros los casos de nacimientos de gemelos; lo más común es la llegada de un “bebé”. Al nacer tienen un peso de hasta 100 kg y miden dos metros de altura, medida que pueden duplicar en el primer año. Comienzan a tomar leche a partir de que pueden colocarse en cuatro patas y sostenerse.
Al nacer tienen un peso de hasta 100 kg y miden dos metros de altura.
Dependen de la leche de la madre durante un período de nueve a doce meses y van probando poco a poco alimentos sólidos aproximadamente a los cuatro meses de edad, tiempo en el cual comienzan a rumiar. A la edad de cuatro años los machos ya tienen completamente desarrollados sus cuernos, pero las hembras las terminan de desarrollar hasta los siete años.
Los primeros meses de nacidos son muy difíciles para las crías de jirafa, ya que son muy vulnerables a ser atrapadas por los depredadores. Las hienas, los leones, perros salvajes y leopardos tienen en la mira a los animales más débiles e inexpertos como las pequeñas jirafas.
Las madres son muy protectoras y defienden a sus pequeños lanzando patadas peligrosas, pero cuando ella tiene que salir por alimento, deja a la cría sentada en el suelo a unos metros de ella. Aunque la vegetación y el color de la piel camuflan muy bien a las jirafas, no falta el depredador al acecho.
Al nacer, las crías caen al suelo desde dos metros de altura.
Una vez que la madre se integra al resto de la manada, algunos miembros se encargan de vigilar a los recién nacidos mientras otras se dedican a buscar alimento.
El género femenino alcanza la madurez sexual a una edad más temprana que el masculino. Ellas de 4 a 5 años y ellos de 7 a 8 años de edad.
En cautiverio se estima que pueden vivir un poco más que en estado salvaje, ya que algunos individuos han llegado a la edad de 40 años. Una hembra vive 25 % más que un macho.